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El grave problema de la alimentación o ¿de la cadena de producción de alimentos?
El grave problema de la alimentación o ¿de la cadena de producción de alimentos?

El grave problema de la alimentación o ¿de la cadena de producción de alimentos?

Cambio climático, pérdida de biodiversidad y contaminación

Un planeta con recursos finitos y una población en constante crecimiento

Actualmente, la población mundial alcanza los 8.175 millones de personas, una cifra que parece insostenible para un planeta con recursos limitados. Se suele culpar a este crecimiento demográfico de los problemas sociales más graves que enfrentamos. Sin embargo, ¿es realmente la cantidad de habitantes el problema principal?

Hay estudios que sitúan esa “línea roja” en 10.000 millones y otros que dicen que nunca alcanzaremos esas cifras.

Más allá de eso hoy tenemos un grave problema de las “consecuencias” de alimentar tanta cantidad de población y responsable o “escusa” de la falta de cumplimiento de programas como el de los ODS, Objetivos de Desarrollo Sostenible que tiene entre sus objetivos uno directamente relacionado como es el número 2, Hambre cero pero que tiene otros vinculados a la alimentación como,

Alimentando a una población numerosa: ¿un problema de producción o de distribución?

Paradójicamente, producimos el doble de alimentos de los que necesitamos. Sin embargo, más de 800 millones de personas padecen hambre, 2.300 millones se encuentran en situación de inseguridad alimentaria y 3.200 millones no pueden acceder a una dieta saludable.

Siendo esto así, ¿Dónde reside el problema? ¿En la producción o en la distribución? La producción es desproporcionada, producimos el doble de alimentos de los necesarios y aún así el 10 % de la población padece hambre, a esto le agregamos que el 30% de la comida se tira literalmente (Nature) y que las sociedades que acceden a ese exceso de alimentos enferman por comer de más y de forma no saludable, el problema no es de producción, el problema es de distribución y de educación, pero creemos que en mayor medida es de sentido común.

La agricultura: entre el progreso y el impacto ambiental

Hay que ser justos y decir que esta producción enorme (hoy desproporcionada) de alimentos era necesaria y que el mérito, en principio, se debe a la utilización de fertilizantes. Esta “bendición” se transformó en una auténtica revolución productiva en los campos, pero su utilización indiscriminada y desproporcionada, casi sin control, nos trajo un enorme impacto medio ambiental y que más del 8% de toda la energía que se produce, se utiliza para su producción.

A este gran avance se le sumaron otros tecnológicos que en principio eran positivos como los distintos sistemas de riego o la utilización de maquinaria en las labores de siembra y cosecha. También se lograron otros avances como la generación de semillas de cereales modificadas genéticamente para tolerar climas extremos o plagas que terminaron monopolizando el comercio de semillas y otros que podemos considerar de nefastos como son el uso prácticamente indiscriminado de plaguicidas y herbicidas.

Contaminar suelos, ríos y mares con el exceso de fertilizantes y con agroquímicos como también con los residuos de la industria cárnica, fue tomado en principio, como el “gustoso” coste a pagar por el necesario aumento de la producción de alimentos. Este uso indiscriminado de productos químicos también presenta efectos devastadores en la biodiversidad y más cuando está comprobado que la agricultura respetuosa con el medio ambiente en combinación con zonas silvestres, aumentan la biodiversidad de aves e insectos y pueden aumentar el rendimiento de cultivos.

Cifras alarmantes: la huella ambiental de la producción de alimentos

La producción de alimentos es la actividad humana con mayor impacto medioambiental:

  • Ocupa el 37% de la superficie terrestre, con una tendencia al alza.
  • Consume el 70% del agua dulce disponible.
  • Genera el 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Un sistema insostenible: consecuencias nefastas

El 30% de la producción de alimentos que «tiramos» genera un 10% de las emisiones, consume el 23% del agua y ocupa el 12% de los suelos de forma injustificada y si esto se produce principalmente, para mantener los precios del mercado, sinceramente es demencial. Esta situación, motivada principalmente por la búsqueda de beneficios económicos, ha relegado las necesidades de la población y la protección del medio ambiente a un segundo plano.

Esto ocurre desde el mismo momento en que convertimos una necesidad como es la producción de comida, en un negocio, es en este momento cuando las necesidades de la población y el cuidar el medio ambiente quedaron relegados a un segundo plano, detrás de los intereses económicos de las grandes compañías y sus “redes”.

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Existen sectores que tienen cierta “impunidad”, cuentan con «libertades» para llevar actividades poco claras y con consecuencias medioambientales sin recibir sanciones proporcionadas, el de la alimentación es uno de ellos. No se utiliza a la distribución para obtener beneficios sostenibles, o sea sociales, ambientales y económicos, sino para lograr los mayores beneficios económicos posibles y para ello no les importa hacer negocio con la producción de comida, aunque sea para tirarla, sí así obtienen beneficios y mantienen los precios.

No olvidemos que tanto la producción como la distribución y la eliminación de alimentos, son causantes del aumento de la deforestación, de la contaminación de suelos, aire y agua, del agotamiento de las reservas de agua y de la perdida general de biodiversidad.

Por consecuencias del cambio climático como el aumento de temperatura y la disminución de lluvias entre otras, las zonas más desfavorecidas del planeta donde la agricultura es más frágil, la producción está disminuyendo, nos encontramos ante una retroalimentación en la que las emisiones de la agricultura afectan al cambio climático y este afecta a la agricultura.

La paradoja de la abundancia: comer más, comer peor

Es irónico que, a medida que aumenta la riqueza, que las personas progresan económicamente, se come peor, se abandonan las dietas saludables que suelen ser las tradicionales, para adoptar dietas más “occidentales” basadas en carnes, lácteos y grasas que nos hace enfermar pero también sirve para aumentar las ganancias a otra poderosa industria vinculada a la salud, como es la de los laboratorios. Hay que hacer la salvedad de que la clase más alta de la sociedad sigue comiendo bien o disponen de diversos mecanismos de control de su salud, dietista, nutricionista, gimnasio, salud privada, cocinera, y un gran etc.

Las dietas de los sectores o países más ricos impactan mucho más tanto en la salud personal como en la salud del planeta a través de sus emisiones, de la contaminación del aire, del agua, del suelo, por aumento de la deforestación y la pérdida de biodiversidad, que la de las personas o países con las rentas más bajas.

La dieta planetaria: una solución viable

La dieta planetaria, basada en una combinación de conocimientos científicos, ancestrales y de sentido común, propone una alimentación saludable y sostenible para el planeta y las personas. Reducir el consumo de carne no solo tendría un impacto positivo en la salud individual, sino también en el medio ambiente.

Más allá de la cantidad: un cambio de paradigma

El problema no reside únicamente en la cantidad de habitantes, sino en el sistema de producción y consumo de alimentos actual. Es necesario un cambio radical, legislando para proteger el planeta y la salud de las personas, y promoviendo una dieta planetaria que asegure un futuro sostenible para todos. Aunque aumente la población, no hace falta aumentar la producción de alimentos, sobra comida y continuar por este camino tiene unos costes altísimos no solo económicos sino ambientales, de salud y, por ende, sociales.

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